Inaugurada la escultura en honor a Rodrigo de Varo y Antequera

En un día tan importante como ha sido el 28 de febrero, conmemoración del Día de Andalucía, no podía faltar la inauguración de la escultura en honor a Rodrigo de Varo y Antequera, que se encuentra ubicada en el Llanito de las Descalzas. Una obra del artista aguilarense, Ricardo Llamas.

La alcaldesa de la localidad, Carmen Flores, expuso que “Ricardo Llamas nos deja testimonio de su talento excepcional, aumentando la riqueza cultural de nuestro pueblo a través de su arte. Ha capturado la esencia de nuestra identidad, preservando nuestras tradiciones y transmitiendo nuestra historia a generaciones futuras”.

Diego Igeño, cronista del municipio, quiso dar algunos detalles sobre la vida de Rodrigo de Varo y Antequera, comentando que fue "un gran mecenas, que financió la construcción del Convento de San José y San Roque”.

“Rodrigo de Varo y Antequera renunció a una vida de diversión y lo entregó todo a Dios. Tomó el hábito y el cordón de la Orden III con la que siguió escrupulosamente ayuno y mortificaciones”, comentó Igeño.

Para finalizar, Llamas tomó la palabra indicando que “la obra está fundida en bronce a la cera perdida de medio cuerpo. He tenido como modelo un cuadro del personaje que se conserva dentro del Convento, donde aparece con sus dos escudos familiares, vestido de época y con la vara de alcaide mayor”.

“Su brazo izquierdo va apoyado en una columna que parte desde el capitel en bronce hasta la baza y, sobre ese capitel, hay un detalle que simboliza los planos del Convento y del Hospital. En su mano derecha ostenta el bastón de alcalde y en el pecho lleva un escudo con una orden militar”, expuso Llamas.

La escultura de Rodrigo de Varo y Antequera tiene "la mirada hacia el cielo con actitud de oración, mirando al mismo tiempo su obra, el Convento, y al hospital que queda enfrente”.

Aguilar contará con una escultura de Rodrigo de Varo y Antequera en el Llanito de las Descalzas

El concejal de Obras y Servicios del Ayuntamiento de Aguilar, Antonio Maestre, ha presentado el nuevo proyecto del programa de ornamentación y embellecimiento que se viene realizando desde este área del Ayuntamiento. Se trata de la ejecución de la que será la primera escultura en bronce con la que va a contar nuestro municipio, en honor a Rodrigo de Varo y Antequera y ubicada justo en el centro del Llanito de las Descalzas.

Maestre, que estuvo acompañado en rueda de prensa por el autor de la obra Ricardo Llamas, comentó que “se inicia así un ciclo que estará destinado a poner en valor las figuras de ilustres aguilarenses que destacaron a lo largo de su trayectoria vital en distintos ámbitos sociales, culturales, políticos o religiosos”.

Rodrigo de Varo y Antequera es una de las personas más relevantes de la localidad en el siglo XVII, cuya trayectoria vital dejó huella en el ámbito político, social y patrimonial de Aguilar.

A través de esta escultura, con una altura de 90 centímetros, se pretende poner en valor la figura de Rodrigo de Varo y Antequera.

Además, la escultura en bronce se colocará sobre un basamento realizado en mármol de cabra. Se espera que la figura esté colocada en su ubicación en un par de semanas.

Por otra parte, Llamas señaló que “es un personaje que ha hecho méritos para tener una estatua de bronce cerca de donde vivía. Todo el proceso ha sido largo, porque primero presentamos el boceto al ayuntamiento para que diera su visto bueno y poder hacerlo a tamaño natural”.

“Dentro del Convento de las Descalzas hay un cuadro donde aparece la imagen de Don Rodrigo de Varo. A raíz de ese cuadro y buscando figuras y vestimentas del Siglo XVII empecé a elaborar lo que es la figura. Ahora ya está terminada”, destacó Llamas.

El escultor aguilarense indicó que “todas las figuras cuando se van a hacer a tamaño real se modelan en barro y a partir de ahí se puede llevar a piedra, madera o bronce. Una vez que realicé el modelado a tamaño real, la alcaldesa y Antonio Maestre fueron a verlo. Se le dio el visto a la figura a tamaño natural y los fundidores se encargaron de llevar los moldes a Madrid para elaborarlo allí. Recién salida de los hornos, la pieza se queda en dorado, aunque se le ha dado un matizado en verde”.

SOBRE RODRIGO DE VARO Y ANTEQUERA

Rodrigo de Varo nace en Aguilar de la Frontera el 15 de noviembre de 1632. Hijo de una destacada familia formada por Don Rodrigo de Varo y Carmona y Doña María de Antequera, pertenecientes a los linajes más encumbrados, económica y socialmente, de la localidad.

Su infancia fue muy acomodada, propia de un niño que pertenece a una familia aguilarense muy acaudalada, emparentada incluso con la del Marqués de Priego, ya que su padrino de bautismo fue Don Luis Fernández de Córdoba, caballerizo mayor de la Casa de los Medinaceli.

Desde muy niño, Rodrigo de Varo y Antequera recibió una educación asociada al estado social al que pertenecía y compartida con sus dos hermanas, Doña Teresa y Doña Ana de Varo, que profesaron de monjas en el Convento de las Coronadas

Debido al fallecimiento de sus padres quedó huérfano a la edad de 12 años, permaneciendo bajo la protección de su abuela paterna, Doña María Carmona Carrillo, hasta el fallecimiento de esta, que tuvo lugar cuando Don Rodrigo de Varo alcanzó la edad de 20 años.

Los historiadores que más se han aproximado al personaje, insisten en que Don Rodrigo de Varo creció en un ambiente de fe, señalando que en la casa paterna se contaba con un oratorio y un capellán, y que sus padres tenían contacto con miembros del clero.

Como heredero del importante patrimonio que llevaba aparejado el mayorazgo y la gran hacienda de la que disfrutaba, cuentan los eruditos que con poco más de 20 años las malas compañías le hicieron faltar a sus obligaciones y se entendió con una mujer célebre por su hermosura con la que dio bastante que decir en el pueblo.

Con poco más de 25 años, rompió con la vida que llevaba y se casó con una persona de su clase y condición en el año 1657, con Doña María Josefa Fernández de Toro y Castro Viejo.

Ya casado comenzó a disfrutar los beneficios de su buen estado y los que les proporcionaba su crecida hacienda. Embebido en este estilo de vida estaba, cuando estando una tarde en el Cortijo de Zamacón, divirtiéndose con la caza de perdices, de improvisto se sintió herido por un disparo de arcabuz, un percance del que consiguió salir vivo.

Posteriormente, se consagró a una vida penitente y erigió una ermita en el sitio donde aconteció aquella desgracia, dotándola además de una misa todos los días festivos para los sirvientes de los cortijos inmediatos.

Tomó el hábito y cordón franciscano de la orden tercera de penitencia, sobresaliendo en el cuidado y socorro de los necesitados, niños, viudas y mendigos públicos a los que acogía incluso en su propia vivienda familiar.

Tuvo una gran vinculación con el Convento de Frailes Carmelitas de Aguilar y, posteriormente, fundó el Convento de las Carmelitas Descalzas, cuya obra se inició en el año 1668 en las casas que poseía junto a la Ermita de San Roque, siendo concluida en 1671.

Una vez concluye la obra en el Convento de San José y San Roque, Don Rodrigo de Varo funda la Obra Pía del Hospital de la Caridad para fomentar el cuidado de enfermos pobres. Aumentó la capacidad de las enfermerías, las dotó de camas suficientes, asalario al médico, al cirujano y al sangrador y nombró un capellán para que atendiera a los enfermos.

Más tarde, también fundó en el hospital un colegio de 24 individuos que vestían la beca blanca y el manto y escudo del Carmen, convirtiéndose Don Rodrigo de Varo en servidor del Centro para el que acarreaba alimentos y agua. Además, estableció una Cátedra de Gramática en el edificio del Hospital para que los hijos de los vecinos el pueblo gozasen gratuitamente de este beneficio.

Asimismo, fabricó un recogimiento para pobres transeúntes en las casas de sus antepasados, ubicadas en la parte alta de la calle Cuestezuela, conocido como el “Hospitalito”.

Tras la muerte de su suegro, Don Rodrigo de Varo tomó posesión de su hacienda y de la vara de alguacil mayor del Santo Oficio, además de haber dado continuación a la hidalguía, ostentando el título de Alcaide de la Villa de Montalbán.

Don Rodrigo de Varo muere el 9 de noviembre de 1679, cuando tenía 47 años y fue enterrado en la Iglesia de las Carmelitas Descalzas. Vivió en un tiempo donde el hambre, las epidemias, las enfermedades y la miseria azotaban a la población.

Rodrigo de Varo y Antequera se dedicó tanto a los pobres que puso su fortuna y sus recursos a disposición de estas obras. Este ejemplo cundió entre otros miembros de la aristocracia aguilarense. Aportó limosnas de pan, ropas, o recursos económicos en momentos de gran desolación para la población. En toda la obra de Varo y Antequera destaca el tratamiento hacia los pobres.

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